Quien me conoce sabe que asumí hace ya tiempo la bicicleta como instrumento de apropiación territorial. Como medio de transporte en Bogotá, coherente con la ciudad que quiero. Como mi compañera en la vida diaria, se llama “Paloma 2” porque la 1 me la robaron en el Bancolombia de la 103 con Suba mientras pagaba unas cuentas. Para mí, todos los días son días sin carro, porque así ahorro dinero, porque así me muevo eficazmente por la ciudad y porque así la conozco de una forma única y poderosa. En estos días alguien de mi familia me preguntó que si seguía con la moda de la bicicleta, lo mire ofendido y le dije que no era ninguna moda, me entendió y me pidió perdón.
Ayer se realizó el único día sin carro en el año que nuestro alcalde Enrique Peñalosa se atreverá a adelantar según palabras del mismo. ¿Razones?, muchas, pero la principal es que el modelo de ciudad que él está adelantando desde que asumió la silla en el Palacio del Liévano es la ciudad de las constructoras y/o los comerciantes, de los urbanizadores y de los dueños del billete, no de la gente, si está recuperando Bogotá, pero la pregunta es ¿para quién?; entre esos, los dueños de los que comercializan los automóviles. Con el “día sin carro” al año retrocedemos, cuando ya habíamos entrado a la discusión ciudadana de que lo democrático es celebrarlo una vez al mes como lo propuso la anterior administración, nos chocamos así con las verdades sobre Peñalosa y la ciudad en disputa.
Una cosa peculiar con la bicicleta en Bogotá es que reúne gente de todas las localidades, supongo que en Sumapaz también aunque no les conozca, en eso que algunos “teóricos sociales” llaman las nuevas ciudadanías y que mamertos llaman “hipsters”, yo solo le diré ‘parches’. La bicicleta también genera identidad colectiva, personalmente soy feliz y me reconozco en la “extraña” o el “extraño” que me topo por las calles de la ciudad en su bicicleta, y me ha pasado muchas veces que nos terminamos colaborando entre ciclistas; una vez, por ejemplo, rodaba yo por la NQS a todo lo que me daban las piernas porque iba tarde a una reunión y un taxista freno sin previo aviso adelante de mí, me choque con él, el señor salió con cara de psicópata a pelear, y sin más me acusaba de estar borracho y enmarihuanado, cosa que no era cierta, no sé cuánto tiempo paso, pero de un momento a otro aparecieron ciclistas como yo que se pararon a mi lado a modo de respaldo mientras yo invitaba al señor a calmarse, el señor al verme respaldado le toco calmarse y se terminó retirando.
Entre parches existe la comunicación, el debate y la organización que se expresa de mil formas; entre las discusiones de los últimos meses la que vuelve de cuando en cuando es si Peñalosa es pro-bicicleta o no. Personalmente siempre argumento que no lo es, no porque no sea ciclista y suba a Patios escoltado, sino por el contrario, por la ciudad que el busca imponer.
Cuando se plantean más avenidas y más anchas implica en sí más espacio para el automóvil particular, es como el gordo que en vez de adelgazar se compra un cinturón más grande para darle espacio a mas grasa, no porque uno se niegue a entender que la ciudad crecerá como es la dinámica normal de cualquier territorio urbano pero, ¿por qué hacía Usme, Mosquera o reservas como la Van der Hammen o los cerros orientales? ¿Por qué no se invierte un poco más y empezamos a densificar de verdad lo que ya está construido y subutilizado? ¿Por qué en vez de meterle plata a avenidas más anchas le metemos billete a que más gente se suba a la bicicleta y a dignificar el trasporte público (que implica empezar el metro que dejaron listo en la pasada administración)?
La ciudad no se imagina cuando dinero se ahorra en gastos en salud por la gente que hoy se moviliza en bicicleta y que está previniendo a futuro atorar más las salas de urgencias de los ya infartados hospitales ahogados por la ley 100. Señor conductor, no le pite y no se exaspere por la bicicleta que se encuentra en su camino por andar más lento que usted, agradézcale por el bien que le hace a la ciudad, escóltela si es necesario por parte de su camino, entienda, siempre, siempre, en cualquier choque entre una bicicleta y otro actor de la movilidad, con excepción del peatón, es la bicicleta la que recibirá la peor parte, así que antes de arriesgarse a atropellar a un ciclista sepa que más que un accidente es un potencial asesinato y una pérdida irreparable para la ciudad. ¿Que por qué no andan por las ciclorutas cuando las tienen al lado? Tal vez es porque están en muy mal estado o porque son peligrosas por los miles de puntos inseguros que existen y que no son atendidos por la policía y la Secretaria Distrital de Gobierno, entienda esas cosas señor conductor y tendremos una mejor ciudad.
Como nota al pie, la ciudad tiene que entender que las ciclorutas son una infraestructura del pasado, lo que aplica hoy en día son los bicicarriles, quitarle espacio al carro particular y dárselo a la bicicleta es lo democrático, entre otras cosas porque las ciclorutas le quitan espacio al peatón.
Cuando revisamos quienes financiaron la costosísima campaña de Enrique Peñalosa, entendemos porque impondrá la ciudad que quiere y porque la bicicleta solo es para él un discurso politiquero que atrae votantes, pero que finalmente no toma enserio más allá de lo recreativo-deportivo.
El “día sin carro” no es el día sin carro, es el día de la movilidad sostenible. Es el día en donde la ciudadanía demuestra que no necesariamente el espacio de la ciudad tiene que ser para la minoría que anda en automóvil sino para otras formas de moverse por la misma. Es una jornada de alto poder pedagógico que le dice a la gente que no necesariamente se tiene que mover como usualmente lo hace y que tal vez, debería moverse de esa forma “alternativa” todos los días porque así su día será mejor. Y tal vez, solo tal vez, Peñalosa debería complementar este cambio cultural con una fuerte inversión en infraestructura que empiece con la primera línea de metro ya trazada, sin ponerse a improvisar sobre nuevos tramos para favorecer a sus “amigos” urbanizadores en las tierras de Mosquera.
Una alcaldía comprometida con una ciudad sostenible a largo plazo para las nuevas generaciones no piensa en expandirla, ni en urbanizar cerros y reservas forestales sino por el contrario en construir y consolidar un fuerte sistema de movilidad público que tenga en su centro líneas de metro, priorice el peatón y la bicicleta y desincentive el uso del carro particular a toda costa. Esa es la ciudad que la gente quiere Peñalosa. Así que si, ojala sea culpa de la bicicleta, porque en la ciudad del futuro no habrán venados imaginarios corriendo por sus cerros de concreto, sino por el contrario más bicis, menos automóviles, metro y nada de superautopistas como la ALO, y eso no será gracias o a pesar de usted, sino por la reacción ciudadana a sus maneras de gobernar sin obedecernos ¡bienvenido el debate!
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