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Más allá de lo evidente



Pasado el guayabo, la llenura, y el aroma de la ropa nueva del 31, habrá que ver ya con más claridad el tren de horrores que trae el 2016 para todos nosotros. Enumerados ya en algunos artículos de prensa, perfiles del facebook, imagenes, esos horrores vienen personificados en alza del IVA, de la gasolina, en un patético aumento del salario mínimo y uno considerable para congresistas, además de una nueva alcaldía para Bogotá que promete seguridad y movilidad pero no milagros.


Y es que en un país como el nuestro, hacer caso omiso a los acontecimientos políticos se convierte en un error garrafal cuando son esos acontecimientos los que determinan con frialdad y apatía nuestro futuro, filtran y maquillan nuestro pasado y turban nuestro presente.


No basta con decir “Soy apolítico” y estar al margen, porque es justamente ahí, al margen, donde aquellos a quienes ya sea por imprudencia, irresponsabilidad o ignorancia elegimos como gobernantes, aprovechan ese espeso y constante telón de apatía para hacer lo suyo, lo habitual, para prescindir de la conciencia social que presumían en campaña y reemplazar opciones de acceso público a la salud, la educación y trabajo digno, por…por una caneca en la cual es desechada toda esperanza de cambio, de igualdad y de justicia.


Habrá entonces que ver más allá de lo evidente, más allá de ese tren de horrores que casi hace parte de la cena del 31 de diciembre de cada año y de éste especialmente, habrá que omitir por ésta vez las palmaditas en la espalda y actuar. Qué el poder de los marginados se tome la palabra, porque todos tenemos una razón por la cual reclamar, porque los trenes también se pueden descarrilar.


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