Foto tomada de la web.
Se acabó el 2015 y seguramente quienes nos quedamos en Bogotá sentimos el calor (o si el lector lo prefiere: “la calor”) tan impresionante de los últimos días del año. Personalmente me daban ganas de abandonar mi puesto de trabajo para ir a tomar cerveza fría en chanclas y pantaloneta en la tienda con rockola más cercana.
La verdad es que aún extraño la Bogotá fría y gris de mi infancia en los años noventa, cuando aún había Trolley, el bus costaba 400 pesos y todavía se jugaba metegol-tapa en los conjuntos residenciales.
Pero todo cambió. Parece que eso del cambio climático si es cierto y nuestra querida nevera ahora parece un Melgar sin piscina (con el respeto que se merecen las del Cici y las del complejo acuático de la 22); llena de gente, trancones, carros, motos, bicicletas, habitantes de calle, mendigos y rayones “tugurizantes” inmundos en las paredes que algunos llaman “arte” (no me refiero a los murales).
¿Y ahora qué? Todo es pesimismo. El tipo que sin prometer utopías socialistas quiso que la ciudad se organizara alrededor del agua, se preparara para enfrentar el cambio climático, redujo la pobreza y se la jugó por el metro subterráneo, produce tantos odios y amores por su pasado, aciertos y errores, que logró una cruzada de la derecha en su contra para enterrar su propuesta, que sinceramente con Clara López quedaba en malas manos y enviaba un mensaje de corrupción a la ciudadanía, que con él no tenía.
…pero antes de que me salten al cuello los lectores del Polo y partidarios de Clara diciendo que Cambio Radical y Peñalosa (y todos los otros) también son corruptos, les digo que sí, que tienen razón. Pero el que maneja los medios “marranea” porque construye la realidad, y la izquierda dio el “papayaso” de poner a la delfín de los López ex mano derecha de Samuel, y para la gente fue claro el mensaje: “tras de ladrón bufón”, y ahora el Alcalde es quien es. Nada que hacer.
¿Cómo encarar al nuevo Alcalde?
Propongo encararla de manera constructiva y receptiva, sin que eso signifique pasividad, pues sabemos que la ciudad enfrentará el peligro de las privatizaciones, la destrucción de humedales, la expansión y por si fuera poco el que sería el segundo peor error técnico en su historia después del Transmilenio por la Caracas: el metro elevado. Ante esto hay que movilizarse. No podemos esperar que en el Concejo se haga control a esto. Peñalosa tiene las mayorías. Esta vez tiene más poder, medios e intereses detrás que en los años noventa.
Sin embargo, a diferencia de los peñalosistas y otros derechistas con Petro, o de los izquierdistas con Peñalosa, yo si deseo que haga una buena alcaldía y nos calle la boca a todos por el bien de la ciudad. Lo veo poco probable, pero sin rubor digo que si hace algo bien no tendré ningún problema en reconocer y defender lo que a mi juicio haga bien. Me cansa el radicalismo y la lógica de: “lo que hacen los míos está bien, lo que hacen los otros está mal”. Eso no es serio, pero entiendo bien que la política es y siempre será así: de emociones e intereses, amores y odios, amigos y enemigos. Pero me quiero salir de esa lógica. Me cansé.
Ahora bien, me preocupa el metro elevado porque Bogotá no necesita una línea de metro, necesita diez. ¿Se imaginan diez líneas de metro interconectadas en el aire? ¿se imaginan el atracadero-orinadero lleno de vendedores ambulantes que serían los sitios oscurecidos por las vías elevadas?
Claro, para que Bogotá tenga diez líneas quizá pasarán cien años, pero si hace un siglo hubieran planeado bien las cosas, hoy Bogotá sería otra cosa. Es más, si hace quince años Peñalosa hubiera hecho el metro en vez de Transmilenio, ya lo tendríamos y todo sería diferente. De hecho, es preferible que no haga nada a que lo haga elevado.
Por otro lado, creo que la ciudad necesita medidas estéticas urgentes. El centro de Bogotá si da sensación de inseguridad. En la tarde-noche uno se siente como si estuviera debajo de un puente. La luz mortecina, los rayones en las pareces (no los murales), la basura en el piso, el olor a orines, las gorras levantadas de los Hornets, los tenis Venus, etc. son un coctel de estrés y un caldo de cultivo para la droga y el crimen.
Son una señal de “váyase rápido”, de “estar alerta”, de “atento a la billetera” o al habitante de la calle que se acerca amenazante. Suena feo, suena políticamente incorrecto, pero así es. Lo siento. Y con esto no digo que no sean necesarias las políticas sociales. Son necesarias ambas porque para que las políticas públicas sean efectivas deben serlo realmente y ser percibidas como efectivas, y para eso lo estético es clave. El centro de Bogotá podría ser hermoso. Con las paredes limpias, la arquitectura bien conservada, con luz, sin orines, sin basura. Eso también es calidad de vida.
Ojalá el nuevo Alcalde haga algo al respecto. Así como ojalá haga algo al respecto con la cultura ciudadana en el Transmilenio. Que haga que la gente deje de comportarse salvajemente y deje salir primero antes de entrar, que no se cole, que pida disculpas ante los empujones inevitables que no son culpa de ninguno salvo del mismo Alcalde (él) que no diseñó las estaciones para que la gente circulara y le entregó el negocio a los privados.
Espero también que el nuevo Alcalde vea que si no se organiza correctamente el uso de la bicicleta se volverá un problema a futuro (como las motos), pues cada vez los biciusuarios son más y se necesita más la infraestructura para ciclas. Que establezca por dónde pueden ir y por dónde no pueden ir las ciclas para que no generen más caos en la movilidad. Que ponga multas a los ciclistas que teniendo la cicloruta al lado se meten a la calle y se atraviesan a los carros, que haga respetar al que va caminando y se siente amenazado por la velocidad de las ciclas en los andenes.
En fin, son muchos los temas de la ciudad y estas líneas son insuficientes. Pero espero estar reflexionando sobre ellos en este mismo espacio desde puntos de vista realistas, sin importar si hieren susceptibilidades de ideologías políticas del espectro que sea. Para finalizar reitero que espero sinceramente, por el bien de la ciudad, que este nuevo Alcalde nos calle la boca, pero también les digo que estemos atentos porque lo más probable es que haga más daño que bien. Ya lo conocemos.